jueves, 3 de julio de 2008

¡Quietos, que ya la rescataron!

Crónica de una tarde histórica en Bogotá

Bogotá, Colombia.- “Prende la televisión algo pasó con la Betancourt”, algo así me dijo Valeria, amiga paraguaya, cuando llego a mi casa a medio día. Eran apenas las dos y veinte cuando la televisión colombiana comenzó su transmisión de casi cinco horas. La noticia más esperada del año se anunciaba.

Confusión, preguntas, mucho diálogo entre la presentadoras de Caracol y RCN las dos grandes televisoras del país. El ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, relataba: “en una operación especial de inteligencia, fueron rescatados sanos y salvos 15 de los secuestrados que se encontraban en las manos de las FARC, entre los secuestrados se encuentran Ingrid Betancourt, los tres ciudadanos americanos y once miembros de nuestra fuerza pública”.

Así lo narró el taxista Julio Moreno: “Sólo subí la radio, paré el carro y me dispuse a escuchar en silencio”. Los medios de comunicación en la capital envolvían con incertidumbre a la gente… que ya los tienen, que ya hablaron con el presidente, que están cerca, que los bajan en una estación militar, no, en otra.

Ante la confusión, ya para las cuatro y media de la tarde, el hambre apremiaba. La solución: un plato caliente de lentejas y arroz, muy al estilo colombiano. Sólo nos faltaba la “gaseosa”. Salí a comprarla con mis clásicas “cuchitas”, -un par de hermanas ya de edad, establecidas en pleno Chapinero, que todo el día mantienen prendida la televisión. La sorpresa: más de diez personas en la tienda, todas mirando la pantalla. Había euforia. “Ahora si se acabaron las FARC ¡Qué viva Colombia!” exclamaban, las palabras se les salían con más inconsciencia que reflexión.

“Es un milagro. Desde que Uribe tomó las riendas del país, por fin tenemos paz”, atajó muy seria doña Lourdes Pinilla desde la caja.

Celulares sonando, sonrisas pintadas de esperanza y nacionalismo. Me dio miedo; decidí pagar en silencio y salir corriendo a mi casa. Más tarde me asome a la Séptima (la arteria más importante en la ciudad). De nuevo me sorprendí: la avenida que suele ser escandalosa, estaba expectante, algo se sentía distinto, entre sospechosa y relajada. No estaba el indigente de la esquina, ni la de los chicles de la parada.

Regreso pensativa. Pregunté al portero ¿Cómo recibiste la noticia? ¿Qué piensas que vaya a suceder? Jairo me respondió: “Lo escuché por radio y prendí la televisión”, medio sonríe. “Hoy no me aburro aquí en el trabajo. Creo que es una buena noticia, pero no creo que sea lo único, el presidente ha hecho mucho, pero no creo que esto se acabe […] aquí estamos bien pero en las montañas no se sabe… toca esperar”.

Ante la conmoción.. fue lo único que pude escribir para el informador