jueves, 4 de noviembre de 2010

DIEGUITO VS LOS SICARIOS

(FOTO:Paloma Robles) Tomada en Lomas de Tabachines... no es ninguno de los mencionados en el texto, pero ilustra re bien lo que me sucedió.

Algo, a mi gusto muy grave está sucediendo en México, y que quizá el presidente Calderón, en su terca obsesión por mantener una guerra en el país, no ha tomado en cuenta.

Yo lo califico como las externalidades que en todo cálculo político se deben de consideran antes de definir un rumbo de gobierno.

El viernes pasado me pasó algo muy curioso, seguro a algunos ya se los comenté pero bueno... he aquí la historia y mis comentarios al respecto.

Salía de mi casa el viernes pasado, me dirigía rumbo a la redacción, era casi las 5 de la tarde, un trío de niños caminaba por la calle del fraccionamiento donde vivo, todos vestidos con uniformes de colegio privado, gozosos se dirigían al jardín comunal, descendí la velocidad, esperando que ninguno de ellos se cruzaran en el camino. Creo que hice mal. Los tres se postraron frente a mi carro, dije, “ah es un broma”. Sonreí, pensé que a lo mejor me dirían algo pero no. Sacaron de sus espaldas unos juguetes poco amigables. Uno de ello mostró un cuernito de chivo de plástico, con puntita naranja, los otros dos se limitaron a apuntar su pistolas calibre 28…creo.

Se sentían malos, me tenían presa (por segundos); primero de dio risa, luego cuando vi las armas apócrifas...me dio coraje, bajé el vidrio y me salió sin pensarlo, “chiquillos babosos”.

Cómo es posible que unos niños, sin necesidad alguna de educación, áreas de esparcimiento y oportunidades para su futuro se diviertan jugando, ya no a los policías y ladrones, sino a los sicarios!!

Es absurdo; primero que existan ciudadanos y en algunos casos padres que no se conmuevan con 30 mil muertos en el país fruto de la guerra contra el narco, y con terrible cifra decidan comprarles a sus hijos ese tipo de juguetes bélicos.

Segundo, es absurdo que los morros de hoy en día sientan que la identidad, el poder y la diversión la poseen los “malos” –sé que me arriesgo con el término pero no encuentro otro por el momento- lo cierto es que el lema “el pez gordo se come al pez chico” está completamente interiorizado. No es posible que es al final del día ése sea el mensaje de la guerra caprichosa de Calderón.

¿Qué sigue? –me pregunto- morros, gandayas o atajistas, capaces de pasar por encima de cualquiera a cambio de fuerza, poder, identidad, esa que no les pudieron dar los padres, los amigos, los colegios, incluso las religiones, hablo al menos por la católica, a la que pertenezco al igual que el más del 80 por ciento de la población en este país.

Como detalle chusco les comento que ese mismo día, me topé con una decena de niños en un evento del DIF Guadalajara, todos pertenecían a la escuela urbana 808. Llevaban unos dibujos sobre adicciones y violencia intrafamiliar, se los iban a entregar al presidente municipal. Me quedé paralizada con Dieguito Pérez que con apenas 8 años de edad me dice: “Yo le voy a preguntar al presidente que por qué si hay 125 municipios en el Estado siendo que 52 por ciento de los niños en la calle están en Guadalajara”. La pregunta era muy buena y había que  desperdiciarla, lástima que Aristóteles Sandoval no fue ese día. Peeeero después vino lo mejor: Dieguito, con toda seguridad me dice, tras preguntarle si el dato lo consiguió de algún periódico: “Los periódicos no informan sobre los verdaderos problemas del país, sólo escriben notas”. Le pregunto: ¿Cuáles?-----> “pobreza, narcotráfico, desigualdad”, no dije nada tomé sus datos y me guardé el dolor de la cachetada en sentido figurado que me dio. Por eso hoy les cuento esta anécdota, para decir que sí, los medios pocas veces informamos sobre los verdaderos problemas del país.

“Mea Culpa”, asumo lo que me toca y me pongo a trabajar para que niños como Dieguito tengan mejor información día a día y también para que esos niños encapuchados mini sicarios “fakes” y candidatos a ninis, tengan al menos alternativas de divertimento. 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

BICENTENARIO


El sacerdote jesuita reflexiona sobre la Independencia y actuar de las instituciones

BICENTENARIO 2010 Debemos tener la conciencia de que yo soy yo, pero también México: Manzano

Dice que es necesario que se constituya una nación que integre a todos y no los intereses personales

PALOMA ROBLES

Publicado en La Jornada Jalisco 17/09/2010

Para el sacerdote jesuita, Jorge Manzano, 200 años de la vida de un país no son pocos, mucho menos sencillos, pero para él, la conmemoración del Bicentenario es un llamado a las grandes instituciones, incluida la Iglesia, a cambiar, a crear una identidad nacional, a refrendar lo mexicano, a anteponer el yo al nosotros, a México. “Debemos tener la conciencia de que yo soy yo pero también México, es muy difícil, eso nos falta”, refiere el integrante de la Compañía de Jesús quien señala que es necesario romper las ataduras y los formalismos de la propia Iglesia y dejar de lado el moralismo primitivo.

Sus palabras están fundadas en la fe, en la razón y también en la percepción del ciudadano común, como quiso que se le considerara en la entrevista que concedió a La Jornada Jalisco, “de algunas cosas presumo mucho y de esa (la historia) ciertamente no puedo presumir. A lo mejor pueden salir puras banalidades, veme como un muchacho, un señor cualquiera de la calle”, aclara al inicio de la charla.

–¿Qué festejamos, podemos festejar?–, se le pregunta.

“En realidad antes de empezar con una respuesta yo comenzaría con una pregunta que divido en tres: ¿Estamos ahora en una mejor situación que en 1810? ¿Estamos ahora en una mejor situación que en 1821? ¿Estamos ahora en una mejor situación que en 1910? Hago la pregunta porque yo lo dudo”, refiere el jesuita, quien señala que nuestra situación actual quizá no es la mejor pero “de ninguna manera debíamos seguir bajo la corona española”.

En el mismo tenor se refiere al Centenario de la Revolución, “vuelvo a 1910, estamos mejor que entonces, no sé, pero creo que sin Porfirio Díaz estamos mejor”.

“¿Esto es la Independencia o la Revolución?, yo me quedo francamente helado”, cuestiona el sacerdote al tiempo que recuerda que la soberanía del Estado mexicano es un término endeble, siempre a expensas de las decisiones cupulares y que en diversos momentos de la historia nacional se comprueba que no existe.

“No soy experto en historia”, reitera, “pero creo que hemos sido el patio trasero de Estados Unidos. Antes dependíamos de España, hoy dependemos de Estados Unidos y yo me pregunto ¿cuál Independencia? Según he oído, pero nunca me he puesto a investigar, a principios del siglo XX, pasando la Revolución, México firmó los tratados de Bucarelli, por el cual México se comprometía con Estados Unidos a no tener industria pesada. Quiero pensar que los tratados de Bucarelli siguen vigentes. Creo que en aquel tiempo se firmó por 99 años y ya pasaron” señala el entrevistado.

Entre sus saltos mortales, como él llama a sus argumentos, menciona que la propia carrera armamentista que emprendió Estados Unidos con la entonces llamada URSS se ganó gracias a que México colaboró por la “libertad”.

“Hace años, se derrumbó la Unión Soviética, y cayó el Muro de Berlín por supuesto y como se acabó la pugna, todo mundo dijo ‘claro porque el comunismo era imposible’. Yo me río ante esto, yo me hago preguntas antes de formular respuestas. ¿Hubo realmente comunismo en la Unión Soviética? Yo creo que no. ¿Hubo socialismo al menos? Creo que tampoco; más bien hubo un capitalismo de estado. Ahora, por qué se doblegó el socialismo ante Estados Unidos, porque era inviable, capaz que sí, pero nunca se dio. Pero la URSS no cayó por eso, cayó porque Estado Unidos, en un momento dado, ganó la carrera armamentista. Si Estados Unidos logró imponerse, no fue por la debilidad del comunismo, sino por la riqueza de sus patios traseros, entre ellos el fiel vecino México”, dijo.

–¿En ese sentido si este país no puede celebrar una Independencia o una Revolución o un estado soberano, qué rol jugaría la Iglesia el día de hoy?

Pues hay mucho, yo creo que en ese sentido es importante constituir una nación, yo no me pongo como ejemplo de jesuita, pero ciertamente ha habido mucha identificación con la problemática de los indígenas. Buscar una nación que incluya todos los aspectos. Que yo tenga consciencia no sólo de ser yo, sino que soy México, eso muy difícil. Y hemos visto que grandes figuras políticas y eclesiásticas también ven sólo por sus intereses que por los del conjunto, eso es triste .

Agrega: “No le rehúyo al tema de la cerrazón de la Iglesia por imponer una sola moral y un estatus aunque nos saldríamos del tema, pero la unificación social y nuestra constitución como nación debe incluir eso”.

El lugar donde se realiza la entrevista es una sala soleada de su casa. Inmueble donde comparte sus días y tardes entre sus homólogos, todos jesuitas. Manzano recuerda, como hecho histórico, como la Compañía de Jesús, orden de los jesuitas, fue expulsada en 1767 de todas las colonias españolas por órdenes del rey Carlos III.

“Iban a pie a Veracruz, a pie, jóvenes novicios y viejitos, daba lo mismo. Muchos murieron en el camino. Ahorita si me expulsan y me mandan a Veracruz yo creo no llego ni a la glorieta Minerva, caigo antes (se ríe).

“Según Alfonso Alfaro, los jesuitas siempre se interesaron por la integración, por constituir lo que llamamos la nación. Por ejemplo: fueron conscientes, en su mayoría, aunque hubo excepciones, ellos decían que la colonia estaba constituida no sólo por españoles y criollos sino también por indígenas y formaron una elite muy buena de pensadores que tenían muchos contactos, por ejemplo con la internacionalidad, pero también había mucha relación con los indígenas”, repuso el sacerdote.

Detalla que cuando los expulsaron eran, en aquél tiempo, alrededor de 670 jesuitas, tenían 33 colegios, y ya había formación universitaria. “Se fueron los jesuitas, se acabaron los colegios. Ya en la Independencia no hay una elite internacional ni en el plano geopolítico. La nación no estaba constituida”.

Cita a dos ejemplos de sacerdotes jesuitas que sobrevivieron exitosamente a la orden de su exterminio como grupo, el primero: Rafael Landívar, quien escribió el Rusticatio Mexicana, un libro sobre flora y fauna de México que causó revuelo en el Viejo Continente.

El segundo en mención, Francisco Javier Clavijero, quien hizo grandes aportaciones al sentido de la pertenencia de lo mexicano, cuyas implicaciones, a decir de Jorge Manzano, abarcan la cultura indígena, la cultura española, cristiana entre otras.

Y al inquirirle sobre la situación que vive el México de hoy, consumido por intereses económicos y políticos, según explicó el padre Manzano, los señalamientos por presuntas responsabilidades sobre el país roto, van dirigidas a quien no ha entendido que México no es un abstracto sino que todos constituimos el país.

Trajo a la memoria un hecho de su infancia, “cuando yo era niñito recuerdo cómo festejaban ‘¡la luz es nuestra, el petróleo es nuestro!’, ¿qué está pasando con esos sectores?; o sea a última hora claudicamos por intereses particulares. Debemos tener la consciencia de que yo soy yo pero también México eso muy difícil; eso nos falta. Yo me cuido de las zancadillas, me defiendo; pero si roban a México y yo colaboro, pues me toca mi buena tajada”.

Y abundó: “yo no voy a murmurar de nadie pero por ejemplo para un gran narco, pesa más su dinero que México, para un gran obispo, pesa más la Iglesia, antes de que seamos todos uno; a lo mejor me excomulgan por esto que estoy diciendo pero yo lo veo así. Un gran político, lo mismo, le ofrecen una gran tajada y adiós México”.

A su parecer, “la Iglesia, no sólo en México, se ha caracterizado por su formalismo, autoritarismo, ritualismo –en el buen sentido de la palabra– y un moralismo de plano muy primitivo, la moral por la moral. Ese problema es general, yo creo que la juventud quiere, intenta o desearía una cercanía con Dios que puedan decir ‘me acerqué a la iglesia y en el sermón me dijeron cómo acercarme a Dios’, eso no sucede. Eso tendría que modificarse pero es muy difícil pues conlleva meterse en asuntos históricos; independientemente de eso, lo que sí convendría es liberarse de esas ataduras”.

El padre Manzano se prepara para terminar la entrevista, sus ojos se vuelven impacientes, cada vez más brillosos, quizá hubiera preferido hablar de filosofía, tener un discurso “lógicamente ordenado” como es su gusto, pero tras casi una hora de charla el tema de la esperanza se asoma en su plática, pero él busca no distraerse en el concepto como una simple idea, por ello expresa que la esperanza de un México mejor, “sólo puede estar fundada en nosotros, pero volvemos a lo mismo, hace falta que seamos tú y yo pero siempre México”.

Remata diciendo, “es muy bonita la idea, la de la esperanza, yo me atrevería a hablar de esperanza fuerte si yo lo valgo, pero se suele decir ‘ pues ya pasará, el tiempo lo dirá’, pero el tiempo no va a decir nada, o lo hacemos nosotros o no pasa nada”.

2 DE NOVIEMBRE

Los tapatíos no faltan a la cita con los suyos, con los que partieron esperanzados

“A la juventud no le importa la vida, mucho menos la muerte”

Ver las tumbas es como recordar que sigo de pie, que vivo y que tarde que temprano me voy a ir también, pero prefiero pensar en la muerte con más desapego, dice Jesús

PALOMA ROBLES

Públicado en La Jornada Jalisco 3/11/2010

Con el norteño, el mariachi o con la voz desnuda; una canción para los amados ausentes el 2 de noviembre en el panteón tapatío de Mezquitán
Con el norteño, el mariachi o con la voz desnuda; una canción para los amados ausentes el 2 de noviembre en el panteón tapatío de Mezquitán Foto: FOTO HÉCTOR JESÚS HERNÁNDEZ
Más de 400 mil tapatíos recorrieron los camposantos públicos el día de ayer
Más de 400 mil tapatíos recorrieron los camposantos públicos el día de ayer Foto: FOTO ARTURO CAMPOS CEDILLO

◗ DÍA DE MUERTOS

“Es mi primer Día de Muertos, el primero que estoy aquí, mi hermano Saúl se murió en enero, tenía cáncer de páncreas, no resistió mucho su tratamiento”, señala Lupita Linares quien cargaba la mañana de ayer con flores, pan, una cerveza y hasta un platito con chiles rellenos para su difunto. “También le traigo sus cigarritos, ya al final ni podía fumárselos, vine sola, soy soltera, mis sobrinos ni se acuerdan de que hoy es día para festejar a su papá, quién sabe si mi cuñada venga, no nos hablamos”.

Ayer 2 de noviembre los cementerios se abarrotaron. En el panteón de Mezquitán miles de deudos circularon entre criptas y tumbas en su mayoría en abandono. Según contabilizó la Secretaría de Seguridad Ciudadana, al cierre de las 14 horas un total de 403 mil 318 personas habían ingresado a los cinco panteones municipales desde el pasado domingo.

Algunos parientes montaron altares pequeños, unos más renovaron fotos; rezaron el Padre Nuestro, el Ave María también. Los más pudientes pagaron canciones para sus muertitos, ahí estaban los mariachis para complacer a los dolidos, a los que aún le lloran a sus padres, a sus hijos.

Las tortas, los jugos, el yogurt, las nieves raspadas, y hasta cervezas en la bolsa, todo lo necesario para convivir con la familia un par de horas en recuerdo de los que ya se adelantaron en el camino. Los más duchos llevan cobijas y sábanas para cubrirse del sol.

Para Doña Carmen Sandoval, la muerte de su hija aún es motivo de llanto, “fueron muchas complicaciones, no sabría decirle de qué murió”.

Victoria su hija falleció hace ocho años, dejó un par de hijos que al parecer ya son mayores y tienen sus vidas resueltas, según relata la mujer que carga con un paraguas, viene sola.

Doña Carmen de 78 años suele ir cada tres meses a ver a su hija, no es la excepción este 2 de noviembre, “estas son propiedades del esposo, también ya murió, yo ya quisiera también morirme, pues ya uno de viejito pues qué hace, nomás estorbar”, dijo.

Como ella, la mayoría de los visitantes del Panteón Guadalajara eran adultos mayores, muchos acompañados por sus nietos, al respecto Doña Carmen sentenció que, “a la juventud no le importa la vida, mucho menos la muerte”.

El comercio en los alrededores y el interior de los cementerios no paró, “le llevo agua, le limpio su lápida, dígame yo le sigo”, gritaban los muchos niños y señores que ayer hicieron su agosto. Por escasos 15 o 20 pesos, barren, limpian las lápidas, desinfectan los floreros, y ayudan en el montado de los adornos.

“Aquí nos ponemos cada año, la colaboración es voluntad de cada quien”, comentó Rogelio Martínez, que habitualmente se dedica a la venta de películas piratas en diversos tianguis pero por tradición de su familia tiene ya 12 años ofreciendo servicios en los panteones el Día de Muertos.

Los aparta-lugares o franeleros –como suelen ser conocidos–, tampoco se contuvieron tanto en el panteón de Mezquitán como en el Guadalajara; 20 pesos la tarifa mínima. Muchos de ellos vecinos aledaños a los cementerios; los niños fueron los más afanosos en buscar lugar a los visitantes.

Según datos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana un total de 30 personas que se encontraban apartando lugares en la vía pública fueron detenidos. El titular de la dependencia, Servando Sepúlveda, detalló que la policía apercibió a los aparta-lugares a fin de que pararán el negocio, al negarse, fueron remitidos a los juzgados municipales. No hubo incidentes mayores, expreso el funcionario público.

Y como cada año, los panteones se llenaron de vida en el festejo a la muerte, unos más tristes que otros. La mayoría de los visitantes convencidos de que en la memoria no deben escapar los recuerdos de los seres que se quieren y aún se recuerdan.

Jesús Ibañez acompañado de sus hijos, refiere que sus seres queridos son “algo que llevo en el alma, mi papá, mi mamá, dos hermanos y una tía, a todos ellos los conocí y a todos ellos los recuerdo a diario, incluso a algunos los sueño. Ver las tumbas es como recordar que sigo de pie, que vivo y que tarde que temprano me voy a ir también, pero yo prefiero pensar en la muerte con más desapego; total es sólo carne, lo bueno lo llevo aquí”, declara el hombre mientras se señala el corazón.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Miss Frivolidad Tapatía


La mujer más bella del mundo, un ejemplo para las nuevas generaciones: Aristóteles

Paloma Robles
Publicado en La Jornada Jalisco 22/09/2010
La sala de Cabildo del Ayuntamiento de Guadalajara se convirtió ayer en un salón de eventos sociales, por la visita de Jimena Navarrete, recién convertida en Miss Universo.

Un público casi totalmente masculino, se dio cita en el lugar; en su mayoría políticos, ediles, diputados y una que otra eminencia del jet set tapatío. No podían faltar familiares; padre y madre del primer edil, estuvieron ahí compartiendo la felicidad de ver a la tapatía.

El evento fue rico en detalles de ostentación, vestidos brillosos, tacones altos, maquillaje y peinados de salón; regidoras que parecían añorar sus años mozos.

En la comida que ofreció la tarde de ayer el municipio de Guadalajara, a la joven soberana se le vio agobiada por las decenas de fotógrafos que acosaban su perfil. No pictures, please –léase, “no fotos, por favor”– la consigna de su manager fue en vano.

Vinieron luego el acto protocolario y la entrega de un vistoso reconocimiento. No hubo ningún mensaje político, ninguna consigna social que justificara los fastos del convite. Las felicitaciones y los elogios no pararon para la hoy famosa Jimena.

Primero habló la regidora Gloria Judith Rojas Maldonado, que en su carácter de presidenta de la Comisión Edilicia de Derechos Humanos y Equidad de Género enunció: ”hablar de Jimena Navarrete es hablar de una mujer que quiso cumplir un sueño y lo logró, quiso trascender como mujer y lo hizo”.

En el mismo tenor se expresó el presidente municipal, Jorge Aristóteles Sandoval, quien expuso que “si bien es cierto que siempre se decía que en Guadalajara están las mujeres más bellas del país, ahora nos congratulamos en decir que tenemos a las mujeres y a la mujer más bella de todo el mundo. Esto es un ejemplo y una enseñanza que llevará a todos los jóvenes y nuevas generaciones a crecer con ideales, con entusiasmo y confiar en que pueden hacerlos realidad”.

La reina de la belleza, de apenas 22 años, firmó el libro de visitas distinguidas; se dijo halagada por el festejo. La invitada de honor se sentó en la mesa con el alcalde y los líderes de las fracciones edilicias, entre ellos Javier Galván del PRI, Jorge Salinas del PAN y Gamaliel Ramírez del Partido Verde. También Lorenza Dipp de Torres Lampe, representante de la asociación Guadalajara Capital Cultural y Mauricio Navarro Gárate, secretario de Promoción Económica del ayuntamiento.

Tequila, whisky, cognac, meseros corriendo por los pasillos de la sala del pleno del Ayuntamiento convertida en un escenario digno de portada de sociales. Las mesas con montaje de gala, cual si fuera una boda. Eventos La Sauceda sirvió un abundante menú de varios tiempos, en el que se incluía un quiché de cuitlacoche, salmón al horno en cama de fetuccini y salsa de melón con menta. Y para los golosos, strudel de manzana o pay de nuez servidos a la mode, con helado de vainilla.

Antes, a las casi tres y media de la tarde retiraron a los periodistas que seguían en el lugar, “por órdenes del manager necesito que se retiren”, exigió una mujer, que con lista de asistentes en mano, se dijo parte del personal de producción de Miss Universo, “Si no, no le van a servir a Jimena”, justificó.

A los postres, la clase política local celebró el triunfo de Jimena Navarrete, quien, en las originales palabras de más de uno “puso a México en alto”, y todos contentos, sumergidos en un protocolo inusitado, viviendo el sueño hecho realidad de una tapatía de carne y –mucho– hueso convertida en reina. Y entre alcohol, ajuares a la moda, comida de banquete y las consabidas fotos del recuerdo, la sala de Cabildo del Ayuntamiento de Guadalajara se convirtió en el marco perfecto para la frivolidad.

Migración Indígena I

Invisibles, los migrantes indígenas de la ZMG optan por el comercio informal
Primera de III partes

Paloma Robles
Publicado en La Jornada Jalisco 26/05/2010

La migración indígena es imperceptible en una ciudad que se empeña en no mirar a sus adentros. Hasta hoy, son tres las generaciones de habitantes pluriéctnicos, venidos de todas partes de México, que ven rotas sus ilusiones al sentirse acosados por las exigencias propias de una urbe. Las batallas del hambre se libran día a día, mientras que la discriminación, la falta de oportunidades de trabajo y de vivienda continúan en la lista –eterna- de deuda social y gubernamental.

La colonia Las Pintitas, en el municipio de Tlaquepaque, alberga un centenar de otomíes que habitan desde hace algunas décadas la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG).

Hace 25 años se dio la última gran diáspora del campo a la ciudad de esa comunidad. Desde entonces, su fuente de trabajo ha estado siempre del lado del comercio informal, la venta de papas fritas los ha sostenido en el mercado y les ha permitido trascender en lo económico con respecto a otras etnias también asentadas aquí en Guadalajara.

A la una de la tarde, Casilda Morales, con una bolsa llena de papas fritas y un cajón de unicel reforzado con mecate, parte todos los días rumbo al Centro Histórico de Guadalajara con la esperanza de “mover” su producto. Toma dos camiones en su trayecto de ida, cuatro en total.

El comercio de las papas fritas le ha dado sustento a ella y a su familia durante 28 años que lleva en Guadalajara, años que no le han bastado para olvidar el sabor de su tierra en Querétaro, ni el olor de su pueblo, Santiago Mezquititlán, en el municipio de Amealco, al que añora regresar, posibilidad que ve francamente imposible. Tuvo que abandonar su pueblo porque así lo decidieron sus padres; extraña las tortillas naturales, los frijoles, los nopales recién cortados, “aquí no es lo mismo”, dice.

La Plaza Tapatía y el Mercado San Juan de Dios son su segundo hogar. Se relaciona poco con las demás mujeres indígenas con las que comparte piso, como las mixtecas de Oaxaca que tejen bolsas o las tzotziles de Chiapas que venden bordados, “cada quien hace su lucha” declara.

Ya perdió la cuenta de cuántas veces le han quitado su mercancía, “nos dicen los inspectores que no podemos vender ahí”, pero ella se pregunta: “¿dónde más?, si en el centro no se vende, menos en la orilla”.

Expresa la otomí que tan sólo en lo que va del año, los inspectores del Ayuntamiento le han quitado por lo menos 20 veces su producto. Calcula que pierde en cada retirada unos 400 pesos.

“Pero corro y busco otro cajón con papas”, dice: “ya dijimos que con nosotros no van a poder, imagínese, de eso nos mantenemos”.

La arpilla de papa, tipo fiana o atlante (especial para freír) que compra cada semana en el Mercado de Abastos, le cuesta de 800 a mil pesos dependiendo la temporada. Un kilo de papas fritas le da 200 pesos en ganancias y eso regularmente es lo que procura vender cada día para sostener a sus siete hijos.

Sin embrago, la temporada de calor no es su mejor época ya que sus ventas se caen por mitad.

“La gente prefiere aguas, raspados, frutas, cosas frescas porque la papa causa sed”, explica.

Ella afirma que no se anima a cambiar de giro porque es “una tradición familiar” además de que es fácil transportar su producto.

Según los cálculos de Casilda, alrededor del centro de la ciudad hay un aproximado de 400 vendedoras de papas. Niñas, jóvenes, incluso familias que al calor de la tarde esperan que algún transeúnte compre una bolsita por 15 pesos.

Migración, ¿dónde están?

Son invisibles en una ciudad que se rehúsa a autodenominarse pluriétnica y prefiere ocultar su realidad en términos de lo estrictamente “mestizo”, refiere el antropólogo Francisco Talavera, especialista en el tema de migración indígena, quien critica la poca visión de los gobiernos y de los ciudadanos para entender que el fenómeno de la migración no es cosa menor ni reciente.

El académico explicó que el tema, por el contrario, es antiguo. Desde los años 60 Guadalajara se ha convertido en destino para los indígenas, sin embargo, eso no ha tenido resonancia en las autoridades locales que tienen “olvidado” el asunto.

Los datos con respecto a cuántos y quiénes son los indígenas migrantes que habitan la ciudad son ambiguos. Las cifras que arroja el INEGI datan del año 2000 y la actualización en base al Conteo Nacional que hizo el Consejo Estatal de Población (Coepo) es de 2005.

En ambos documentos se estima que en eleEstado de Jalisco existe la presencia de 70 mil 304 indígenas, de los cuales 35 mil 264 son hombres y 35 mil 400 son mujeres y representan el 1 por ciento de la población total de la entidad. Según cifras mostradas, entre el año 2000 y 2005, 6 mil 215 hablantes de lengua indígena migraron a Jalisco procedentes en su mayoría de otro estado de la República.

Detalla el censo que la población indígena está dispersa en en toda la entidad y que 49 mil de ellos habitan en la ZMG, cifra que representa el 70 por ciento de la población total indígena en el estado; aproximadamente 35 mil son de otra entidad y representan a 43 etnias diferentes.

De acuerdo al último conteo de población, en Jalisco, 42 mil 372 personas hablan alguna lengua indígena, el 22.8 por ciento son niños que tienen entre 5 y 14 años; 37.6 por ciento son jóvenes entre 15 y 29 años; 22.4 por ciento tienen entre 30 y 44 años; 10.7 por ciento se ubican entre 45 y 59 años y 6.5 por ciento, tienen 60 años o más.

Fortino Domínguez, encargado de la División de Migración de la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas (UACI), refuta los números:

“El único elemento para que el Estado defina si eres indígena o no, es si hablas una lengua y de allí hay fenómenos interesantes”, expresa Domínguez, quien explica que la lengua “ha perdido centralidad para definir si eres migrante o no”.

Las cifras oficiales son engañosas a la hora de definir cuántos indígenas están asentados en el estado. “Me atrevo a pensar que fácilmente sólo representan un 60 por ciento de las cifras reales”.

Las lenguas más habladas en la ciudad son: purépecha, mixteca, zapoteca y otomí, en menor proporción están las lenguas Mazahua, huasteco, totonaca, tzetzal y maya.

Zapopan registra una presencia de 16 mil 600 habitantes indígenas, este municipio ocupa el primer lugar a nivel nacional en recepción de migrantes, en su mayoría Purépechas; seguido de Guadalajara con 9 mil 675; Tlaquepaque con 5 mil 864; Tonalá 2 mil 941 y Tlajomulco con mil 655 aunque a decir de Héctor García Navarro, coordinador de extensión territorial del municipio y de asuntos indígenas de Tlajomulco son 464.

Además de los asentamientos en los primeros cuadros de los municipios de la ZMG, según cifras oficiales, los indígenas tienen presencia en más de 50 colonias, -en su mayoría ubicadas en la periferia- tales como: Álvaro Obregón, La Ferrocarril, Patria Nueva, Francisco I. Madero, Blanco y Cuellar en Guadalajara; El Rosario, Miramar, Constancio Hernández en Tonalá; Balcones del Sol, La 12 de diciembre, San Isidro, Santa Margarita, el Colli, Paraísos del Colli, Arenales Tapatíos en Zapopan y el Cerro del 4, Las Juntas, Las Pintitas, Nueva Santa María y Lomas del Tapatío, en Tlaquepaque.

También se le ubica en Haciendas de Santa Fe y Chulavista, estas últimas en el municipio de Tlajomulco, famosas por su enorme densidad poblacional que ha llevado a cifras alarmantes en materia de delincuencia y marginación.

El primer documento, realizado recientemente, que habla de la situación actual de los migrantes de origen étnico, es el CENSO Indígena 2008 ¿Quiénes son y donde están? Los Indígenas de la Zona Metropolitana de Guadalajara, levantado en 35 colonias de la Zona Metropolitana y elaborado por el Fondo Regional de Indígenas Migrantes, que revela que las razones de la migración indígena del campo a la ciudad son muy variadas. Algunos expresan que vinieron porque sus padres así lo decidieron, otros optaron por reunirse con la familia; unos más porque se casaron. El dato coincidente en todos los casos es que no había trabajo en sus lugares de origen.

Los purépechas de Michoacán de la colonia La Noria, en Zapopan, explican que vinieron aquí a raíz de un incendio del cerro colindante a su pueblo. De esa comunidad indígena, algunos todavía se dedican a la carpintería aunque, por falta de trabajo en ese ramo la mayoría ha mutado su oficio a la albañilería.

En la ciudad hay registros de unos 19 campamentos muebleros, todos ellos son dirigidos por purépechas, informa Francisco Talavera.

Otra razón en la migración, es la tradición, como sucede en la comunidad Nahua del interior de la república, donde desde hace una treintena de años las mujeres migran con la esperanza de que algún familiar o conocido les consiga trabajo como empleadas de casa.

En años pasados trascendió en los medios de comunicación los señalamientos discriminatorios de los vecinos de la colonia Providencia al denunciar actos de “delincuencia” de ese grupo indígena que paradójicamente trabajan casi en su totalidad en las casas de esa zona.

También están los Mixtecos de la sierra de Oaxaca, que desde los años setenta están asentados en la colonia Ferrocarril. Catalogada por lo demás grupos étnicos, como la de “los grillos”, esta comunidad y en específico los pertenecientes a San Andrés, ha estado muy ligada al gobierno de Emilio González, quien al inicio de sus administraciones como presidente municipal de Guadalajara y gobernador del estado, hasta se quedó a dormir en casa de uno de ellos.

Las mujeres en esta comunidad se dedican a las artesanías y realizan bolsas de mano tejidas con rafia de plástico, otras más elaboran mole y lo venden en parroquias. Los hombres, por su parte, son jardineros y algunos de ellos músicos de banda.

El Censo Indígena indica que de los 518 entrevistados, el 43 por ciento están desempleados; un 20 por ciento se dedica sólo a hacer quehaceres del hogar.

Del 75 por ciento que dijo al menos estar ocupado en alguna actividad, 30 por ciento de ellos es estudiante, le siguen los vendedores ambulantes de artesanías, frituras y aguas frescas. De los empleados, 72 por ciento gana menos de mil pesos a la semana. Los sitios de trabajo van desde talleres, la calle, la casa y los mercados.

Migración Indígena II

Retener u olvidar sus costumbres, la paradoja de los migrantes indios en la ZMG
Segunda de III Partes

Paloma Robles
Publicado en La Jornada Jalisco 27/05/2010

Al menos el 41 por ciento de la población de migrantes indígenas en el estado, sufren una doble discriminación, pues explican que al principio eran excluidos porque hablaban su lengua materna y ahora lo son porque abandonan su práctica para buscar integrarse a la sociedad y sentirse admitidos.

“Antes nos excluían porque hablábamos nuestra lengua y el Estado se aferraba a que la dejáramos de hablar, ahora nos excluyen porque ya no la hablamos” expresa Fortino Domínguez, indígena zoque de Chiapas e integrante de la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas (UACI) de la Universidad de Guadalajara.

El censo Indígena 2008, elaborado por el Fondo Regional de Indígenas Migrantes, detalla que el 72 por ciento de los encuestados ya nacieron en el estado de Jalisco, sin embargo, el 19 por ciento no saben leer ni escribir.

Domínguez señala que en la literatura que existe en materia de migración indígena hay tres constantes: “siempre se estudia a los grupos con mayor población, a los que viven de manera conjunta y a los indígenas que están arraigados en un nicho económico. Pero existen muchos pueblos en la ciudad que no figuran en estos parámetros de medición y están olvidados y desatendidos, desde lo gubernamental hasta lo académico”. Mientras hay constantes que “se mantienen y se agudizan, como la discriminación, el racismo, el acceso al trabajo y la falta de vivienda”, denuncia.

El caso de María Hilaria Martínez es peculiar, ella desde muy joven decidió abandonar a su comunidad -triqui de Oaxaca asentada en la Riviera de Chapala-, para radicar sola en la ZMG.

Hace 20 años se estableció en Tlaquepaque, en el tercer piso del mercado municipal. Atiende tres puestos. Allí mismo vive en compañía de dos de sus hermanas y su hija, esta última, estudiante de contaduría en la Universidad de Guadalajara.

Dice que vive más tranquila que si estuviera con su gente en Chapala, “es difícil convivir con ellos, es que sólo quieren imponer, así no es la cosa, tú vas hacer la lucha y ya no tienen por qué obligarte a nada, se trata de que a todos nos vaya bien”, expuso.

Hilaria teje morrales con la técnica de cintura que aprendió de su abuela. También vende cazuelas de barro, cerámica barata traída de Tonalá y nacimientos de todos colores y tamaños. Aunque al rededor no se ven clientes, ella refiere que está siempre a la espera de algún turista, “haber qué les gusta”. Llegó a ese local gracias a que su papá migró antes que ella y le allanó el camino.

“Era una señora güera la que se lo ofreció y cuando fui a verla me dijo que tenía que afiliarme a la CROC para que yo no tuviera problemas para vender. Me dijo: ‘te van ofrecer un área de trabajo, te van a proteger, si quieres un área dentro de la zona va haber un espacio’, luego fui con ella a las reuniones y me dio este lugar, aquí vivo y trabajo”.

Alrededor, el escenario no es muy alegre. Los cables de luz corren desordenadamente por el viejo techo de lámina. Hay cajas, plásticos y maderas empotradas por todas partes. Un polvo espeso invade cada pieza en exhibición, algunas son figuras decorativas anticuadas, inservibles.

Un olor rancio se desprende desde las plantas bajas del edificio. Se escucha el eco del mercado, “¡pásele, pásele!”, mientras la mujer concede la entrevista sentada en una silla chaparrita, muy cerca del ventanal que da a la calle. En las paredes todavía quedan rastros de lo que fuera un estacionamiento. Todo luce abandonado. Ésta es su casa.

Relata Hilaria que el único problema que ha tenido en su estancia en Tlaquepaque han sido los cobros de cuota que en ocasiones los hijos de la locataria le han exigido, “son muy viciosos y como tenían dinero venían y me cobraban a mí, se robaban cosas”.

Su negocio fue próspero hasta finales de 2008, luego vino la crisis. Al día de hoy adeuda, del año pasado y de lo que va de 2010, más de 6 mil pesos de renta, lo mismo que al Fondo Regional Indígena, proyecto de microcréditos otorgados por el gobierno federal y solventado por la Comisión para el Desarrollo de los pueblos Indígenas (CDI), a través del cual Hilaria se ha financiado en los últimos 9 años.

Hace una pausa y declara: “no han sido tiempos buenos, pero vamos a salir adelante”. Hace un gesto en su cara, señal de tristeza, pero de pronto sonríe y recuerda que su mayor ilusión es ver a su hija egresada de la universidad y quizá tener una casa propia.

Según datos contenidos en el Censo Indígena 2008, así como Hilaria, 62.3 por ciento de los encuestados no cuentan con casa propia.

Detalla que el 48 por ciento de las viviendas son rentadas y el 14.2 son “prestadas”. En el municipio de Tonalá es en donde más casas arrendadas hay, mientras que en Guadalajara en un 10 por ciento “se cuidan o se piden prestadas”, una forma velada de decir que las invaden.

Por su parte en el municipio de Tlaquepaque es en donde se observa que más migrantes indígenas han procurado hacerse de una casa propia.

De las 259 viviendas encuestadas, 48 son predios independientes, ocho están en edificios, 57 están en vecindades y 12 son cuartos de azotea, en su conjunto representan el 48.3 por ciento y son consideradas por sus habitantes como “viviendas dignas”.

Otras 100 viviendas están asentadas en locales no construidos para habitación, seis son casas móviles y 28 están en refugios temporales; representan el 51 por ciento de la viviendas y no son consideras dignas.

Predominan las paredes de tabique, ladrillo, block y lámina metálica, sin embargo, existen también las de material de desecho como lámina de cartón y madera. En el 31 por ciento de los casos, los techos son de material de desecho, de asbesto o metálicas. Poco más de 10 por ciento tienen piso de tierra.

En Guadalajara es en donde se presenta la mayor incidencia de hacinamiento, en cuyas viviendas sólo existe con un sólo cuarto donde se cubren todas las necesidades de la familia y le sigue Tonalá. En ambos municipios, el 56 por ciento de las casas encuestadas no cuentan con un cuarto exclusivo para labores de cocina.

En suma, de los cuatro municipios cuyos habitantes son de origen indígena, el 71 por ciento cuentan con disponibilidad de agua; sin embargo en Tonalá, a un 10 por ciento les suministran el líquido sólo una vez por semana.

Por su parte, el registro de colonias de la ZMG, con presencia de indígenas migrantes, realizado por la Comisión Estatal Indígena (CEI), detalla que existen otras etnias disgregadas en la ciudad.

El documento revela que hay una familia Chol, de Chiapas, que habita en la colonia Flores Magón en Guadalajara. Tienen apenas cinco años radicando la ciudad. Otras 6seisfamilias de origen totonaca dejaron Veracruz hace siete años y viven en la colonia Nueva Santa María en Tlaquepaque; lo mismo para las cinco familias tzeltales de Chiapas que viven en Loma Bonita Ejidal. Por su parte, los mazahuas del Estado de México habitan en Santa Ana Tepetitlán, en Zapopan y cumplen apenas ocho años en la ciudad.

Según el director de la Comisión Estatal Indígenas, Francisco López Carrillo, todas ellas son candidatas a recibir viviendas por parte del gobierno estatal en un programa que apenas está por realizarse.

Migración Indígena III

Tlajomulco, nueva cuna de la migración indígena en la Zona Metropolitana
Tercera de III partes
Paloma Robles
Publicado En la Jornada Jalisco 28/05/2010
Sin oportunidades de trabajo, mucho menos de vivienda, así subsisten en la ciudad por lo menos 35 mil indígenas migrantes que tiene contemplados el INEGI en su conteo 2005 que, a casi 40 años de su llegada, no cuentan con ningún programa especial de gobierno que les ayude a sobrellevar su condición.

Desde lejos se identifican los rasgos indígenas de Ema Ávila. Morena, chaparrita, cabellos lacios y negros. Su vestido es de poliéster color turquesa. De cerca, se observan los detalles hechos a mano de su indumentaria. Sus ojos pequeños.

Vive en la Colonia Chulavista en el municipio de Tlajomulco, sitio donde las autoridades no se atreven a ingresar y reina el abandono y la delincuencia.

Recargada en la pared de una de las 20 mil casas construidas en esa orilla de la ciudad, Ema busca robar unos centímetros de sombra, espera la ruta 52 C. No hay árboles ni parada de camión. Los brazos cruzados. El sol es abrasivo. No le importa. Hace más de hora y media de ruta desde su casa hasta el centro de Guadalajara.

Su origen es zapoteco y tiene apenas año y medio de vivir en Jalisco. Su hijo mayor la hizo venir, “me estaba quedando sola, mi esposo se fue hace tiempo a Estados Unidos, está enfermo, yo creo que ya no regresó y pues me decidí a ver a mi hijo”.

Al cuestionarle cuántos paisanos viven en su barrio respondió: “Yo soy de la costa y de ahí no he no he visto a nadie, pero hay gente de la sierra y un día conocí a una señora de Veracruz, todos indígenas, yo creo que son muchos”.

A su alrededor, un centenar de casa grises a la espera de nuevos moradores. Chulavista y Haciendas de Santa Fe (a un costado de la primera) son las más zonas más pobladas en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Se estima que en los últimos 5 años por los menos 100 mil habitantes se han ido a vivir allá.

Por la complicación de las distancias y los problemas de servicios, los dueños de algunos de esos predios decidieron abandonarlos. Ahora, son refugio de cientos de indígenas que -en opinión del especialista en temas de migración indígena, Francisco Talavera-, aprovechando esa situación y a falta de viviendas, han ido a ocupar esas casas que tienen apenas 6 metros de fachada por poco más de 16 metros de profundidad.

Tlajomulco, nueva cuna de migrantes

Según el historiador José Chávez García, en Tlajomulco ya no hay localidad ni barrio ni caserío de indígenas de la región. Los últimos pobladores se fueron a finales del siglo 18 y principios del siglo 19. Hay rastros de hubo Chimalhuacanos, Tecuetzes, Purépechas y otras dos que ya desaparecieron.

Sin embargo, derivado de la explosión demográfica que tuvo el municipio, la población indígena migrante también se replegó de los asentamientos tradicionales, como Guadalajara y Zapopan, para establecerse en Tlajomulco.

“Los indígenas no llegaron en agrupaciones sino de manera individual, y no hay asentamientos de grandes familias o de grupos étnicos monumentales” explica Héctor García Navarro, coordinador de extensión territorial y de asuntos indígenas de Tlajomulco.

A partir de los datos del Censo del INEGI de 2005, que reporta 464 indígenas migrantes en el municipio, el ayuntamiento inició desde hace algunos años el programa Enlace de Tlajomulco de Nómadas Indígenas para la Asistencia Social (Etnias), que está dividido en tres etapas: La primera, actualizar el censo del Inegi; la segunda, trata de la conformación de comités de desarrollo indígena y, la tercera, la aplicación de fondos municipales, estatales y federales para el desarrollo de los pueblos indígenas (esta última parte aún no se aplica).

Según García Navarro, encargado de Etnias, en la localidad de San Agustín, de 55 indígenas reportados en 2005, al día de hoy hay un total de 86. Están divididos en 30 familias de diferentes etnias, entre ellas la Purépecha. Lo que significa un aumento de 36 por ciento de población de origen indígena que viven en las colonias la Lagunita, rumbo a los Ocotes, y en los alrededores de la plaza San Agustín.

La mayoría no tiene casa propia, ni accesos a educación. García Navarro informó que sólo la mitad de esa población cuenta con servicios de salud.

Otro caso es el de Santa Cruz del Valle, donde se presentó un fenómeno diferente. En 2005, el Censo reportó 44 indígenas y, en la inspección que realizó el municipio, sólo encontraron a ocho.

“Son dos familias, los únicos mayores de edad corresponden a los jefes de familia”, expuso el funcionario.

Las autoridades desconocen la causa de su desaparición, “no hubo manera de averiguar qué fue lo que sucedió”, repuso.

Agregó: “Vienen de todo el sur de la república, excepto de Quintana Roo. Hay gente del estado de Hidalgo, también de la Sierra Tarahumara.

La presencia de indígenas también es evidente en Rancho Alegre donde el municipio ya instaló un comité de desarrollo comunitario; lo mismo que en el crucero del Salto, donde viven una familia de origen indígena del estado de Colima y otra de Veracruz.

De las personas encuestadas por el ayuntamiento, sólo dos se dedican a la artesanía.

“Una minoría tiene empleos fijos en Guadalajara, la mayoría trabaja en sus localidades, en construcción y otras cosas, hay algunos que sólo por habitar casas les pagan por eso. Lo mismo aplica para un casino y para un kínder” explica el experto.

La ciudad de las etnias, frustración

Apenas en mayo del año pasado, la Secretaría de Planeación (Seplan) convocó a una veintena de líderes comunitarios a unas reuniones con motivo de un proyecto de vivienda que el gobierno del Estado quería ofrecer a los migrantes pluriétnicos.

La idea surgía de un primer anteproyecto llamado “La ciudad de la etnias”, que los Mixtecos –los más antiguos la ciudad- habían entregado al gobernador Emilio González en 2006.

El proyecto era modesto pero representaba el inicio de mucha cosas. Según lo referido por el director de vinculación de la Seplan, Miguel Ángel García Santana -encargado de las negociaciones en esas reuniones-, entre 350 y 400 viviendas estarían construidas y dotadas de todos los servicios en un predio de 10 hectáreas.

Por motivos de aseguramiento del proyecto, no quiso señalar el funcionario donde estaría asentado el complejo, sin embargo, detalló que las casas tendrían un costo promedio total de 150 mil pesos; de allí, una tercera parte correría a cuenta del Fondo Nacional para Habitaciones Populares (Fonapo) que iría a fondo perdido.

La efervescencia no paró y las comunidades indígenas se mostraron entusiasmadas por el proyecto. “Por fin se nos escucha”, decían algunos que se acercaron a las reuniones, que tuvieron lugar en su mayoría en las instalaciones de Seplan.

A los migrantes indígenas incluso les mostraron bosquejos de las casas. Iprovipe sería la instancia que daría seguimiento al proyecto y les planteó un esquema de financiamiento. Al cabo de 15 reuniones mensuales que sostuvieron, la sensación de hartazgo comenzó a permear en los asistentes, el proyecto se tornó engañoso y las juntas se fueron politizando.

Francisco Talavera, antropólogo social y colaborador del proyecto, reclama en tono de indignación: “Llegó un momento donde ya no lo vimos viable, me reuní con ellos (los indígenas interesados) y les dije ‘qué hacemos’; ellos manifestaron que sentían que les estaban viendo la cara. Seplan nunca dijo ‘hasta aquí’, pero lo fue cansando y nosotros dejamos de ir, y llegó un momento en donde definitivamente se cancela el proyecto, pero no se saben las causas y con eso se vuelve a decepcionar la gente. Son tres generaciones y no hay ni un sólo programa de atención hacia el indígena”.

“Cuando el Gobierno invita al Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) a colaborar en este proyecto, el entusiasmo fue general y una oportunidad de oro se presentaba en la ciudad”.

A decir de Talavera, buscaban dejar en claro tres cosas, la primera, “decirle a la autoridad que no era una onda personal del gobierno, no era una dádiva, sino decirles ‘esto es un derecho social, es una política compensatoria’. Por otro lado, queríamos utilizar el mecanismo de la organización indígena, las asambleas, la reuniones de familias extensas, para que entre ellos decidieran quién era sujeto a crédito.

La tercera preocupación era no hacer un guetto, “nosotros decíamos que no se trataba de separarlos, de aislarlos, sino se trata de incorporarlos, de tender puentes. Queríamos proponer que, una vez que se diera la vivienda, hubiera la posibilidad que se instalaran escuelas multiculturales, además de un proyecto productivo basado en una especie de mercado indígena, pero no sucedió”.

Según manifiestan entrevistados, en las mesas de trabajo se discutía quién tenía más derechos, las mujeres solteras, los recién casados, los que llevan años rentando y de manera irregular, el anciano que lleva más tiempo en la ciudad; pero no pasó de la discusión.

Para el director de Vinculación de la Seplan y el delegado regional de la Comisión para el Desarrollo de los pueblos Indígenas (CDI), Guadalupe Flores, el proyecto aún está vigente y sigue en marcha.

Se encuentra “gestionándose la introducción de servicios y la vivienda”, explica el titular de Vinculación. Sin embargo, reconoce que no ha habido contacto con los investigadores del CIESAS que se iban a encargar del diagnóstico de las viviendas y sus moradores en las colonias que el gobierno tiene detectadas.

Refiere que la presión en el proyecto la generaron los indígenas, específicamente la gente de Antorcha Campesina, que fue “muy insistente, haciendo manifestaciones, y nosotros tuvimos que hacer unas reuniones para explicarles cómo sería el proceso, pero no es que fuera de ya la solución. Ellos estuvieron presionando para que de alguna manera les entregáramos el predio que ya teníamos adquirido”, manifestó García Santana (predio que, según información de la CDI, estaba no sólo en Tonalá sino, además, ubicado sobre ductos de Pemex).

El desengaño causó frustración en la población que, más allá de programas que sólo quedan en promesas e interminables sesiones improductivas, sigue creciendo y expandiéndose en lugares inusitados para la tradición migratoria de la ciudad.

Loma Drogada...

Iniciativa ciudadana para recuperar la colonia Loma Dorada de Tonalá y hacer comunidad
Paloma Robles
Publicado en La Jornada Jalisco 21/03/2010
El Colectivo Tonalá es la iniciativa de 30 ciudadanos de la colonia Loma Dorada que se unieron con el fin de recuperar uno de los espacios públicos de su colonia y en él sembrar lechugas, rábanos, zanahorias y verdolagas que en poco tiempo han de cosechar y compartir.

En el Colectivo Tonalá no hay líderes ni egos, sólo la voluntad de crear comunidad y recuperar un espacio para los habitantes de la zona, especialmente los niños que se divierten hoy en las orillas del río Azul, en donde el agua limpia corre cuando no hay derrames del drenaje.

El terreno, aunque parece descuidado, es próspero y da desde hace tres años maíz orgánico en temporada. Está ubicado en las inmediaciones de una unidad deportiva de la colonia Loma Dorada, una de las más marginadas del municipio donde los índices de inseguridad son altos, donde el concreto ha ganado la batalla a las calles de piedra y los edificios de vivienda han acaparado los pocos espacios verdes que quedaron de esa zona, que apenas hace 15 años era un refugio ecológico de Tonalá con diversas especies de árboles como guamuchiles, zapotes y zalates.

El espacio es denominado “autónomo” y “cada quien siembra lo que puede cuidar”. Según explican los integrantes del Colectivo, éste se rige con base en una asamblea que se reúne cada viernes y no tienen coordinador. “Al gobierno le costó trabajo entender que éramos un espacio público autónomo, pero nos han respetado”.

Mencionaron que en algún momento sufrieron de hostigamiento de parte de funcionarios de Parques y Jardines, incluso una vez instalada la administración de Antonio Mateos, con quien han tenido mejor entendimiento, hubo quien confundió su labor y creyeron que sembraban marihuana en vez de garbanzos.

Pero la preocupación principal del Colectivo es la conservación del río Azul, que estuvo mucho tiempo contaminado y que ahora se encuentra en un estado de “fragilidad constante”, pues las instalaciones del agua del SIAPA están viejas y rotas. Incluso la contaminación de ese corredor de agua ha llevado a la comunidad a presentar 300 denuncias ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos.

Sin embargo, la tarea no es fácil, dicen los activistas, “construir autonomía y recuperar el río sin necesidad de plantas de tratamiento toma más tiempo, pero resulta redituable económica y ambientalmente”.

Agregaron: “las políticas que han sugerido los gobiernos para el tratamiento del agua son agresivas, Esta recuperación del espacio es también es una respuesta que damos ante la crisis ambiental, refirieron.

Santa Chila

Inauguran gimnasio municipal en honor a Juan José El Goofy Montes Valderrama
Paloma Robles
Publicado en La Jornada Jalisco 17/10/2010

La mañana fría y el ánimo de los vecinos de Santa Cecilia se mostraba ardiente, unas decenas habitantes del barrio en mención acudieron a la inauguración del Gimnasio Municipal de Boxeo Juan José “El Goofy” Montes Valderrama en honor al joven boxeador, campeón mundial juvenil Súper Mosca.

Goofy como le pusieron en el barrio, es el apodo de Juan José Montes Valderrama, boxeador profesional originario de Santa Cecilia, al oriente de la ciudad, uno de los barrios más bravos del municipio.

“Aquí es mi barrio, aquí yo me hice” enunció el delgado atleta quien se dijo muy honrado por la condecoración que le hizo el municipio de Guadalajara, al nombrar al nuevo gimnasio con su nombre.

Las mujeres luciendo sus mejores galas deportivas, el ambiente parecía de fiesta, música, personas y mucho ánimo, los niños jugando, concursos para los asistentes, todos a la espera del presidente municipal. En el altavoz se escuchó la voz del animador anunciando que el alcalde Aristóteles Sandoval no venía a la inauguración, a los pocos minutos se cortó el listón de apertura.

“Diario es lo mismo”, decía una mujer con libreta en mano, se trata de Cecilia Barajas, integrante de la contraloría social del barrio. Ella junto con las señoras Manuela, Betty, Doña Rosa y Esperanza se encargan de invitar a los vecinos a los eventos del ayuntamiento, siempre bajo la consigna de que el primer edil tapatío los visitará. Lo cierto es que con la de ayer van tres citas que el alcalde desatiende, según comentaron las señoras. Una de esas ocasiones fue cuando festejaron a las mamás con un baile al que asistió la banda Los terrícolas.

Pero el ánimo no decayó, The eye of the tiger como música de fondo y el derechazo que le propinó el filipino Richard García a Goofy hace tres semanas en Nayarít, le dieron un look de un verdadero campeón, los niños lo saben y por eso corrieron a que les firmara sus playeras.

En posición de guardia Goofy posó con los aficionados que antes eran sus vecinos; ahora el deportista parece de otro planeta, hasta su acento suena extranjero, enfundado en ropa de marca y portando un vistoso reloj Dolce Gabbana, este joven de apenas 21 años de edad no escatimó en repartir autógrafos y besos a todas sus admiradoras.

“Es una gran motivación en mi carrera tener una escuela con mi nombre, y es una gran responsabilidad y más que nada me motiva a dar más y poner en alto esta escuela”, declaró a la prensa, “la verdad, no es lo mismo ser un boxeador a ser un maestro, pero bueno, aquí vamos estar para que la gente se motive”, señaló.

“¿Cómo le hago para ser como él?” le preguntan a Rosa Alicia Valderrama (madre del deportista) las decenas de niños que a diario visitan su casa para ver los trofeos y preseas que ha ganado Goofy. Ella les contesta que, “desde chiquito nació con ese talento”.

Relata que un día se peleó con su hermana y “¡zas! que le rompe la nariz, cuando la llevamos a la clínica nos dijo el doctor, ‘este golpe sólo lo pudo haber dado un boxeador’ y ándele que le atinó, tenía apenas 11 años.”

Según comentó la mujer, desde que su hijo comenzó en el box a la edad de 14 años, ella ha sido quien más lo ha apoyado, “su papá no quería pero yo le decía ándele m'ijo friégueselos y se peleaba con los de la cuadra y hasta desmallados los dejaba”.

Se muestra orgullosa por su retoño, pues logró destacar no sólo en el barrio sino a nivel internacional, lleva a sus 21 años de edad tres cinturones de oro ganados por competencias profesionales y dos en categoría de amateur.

“Pensé que era un juego, él sólo le cargaba las mochilas a los muchachos que hacían box y pues salió bien bueno, ahora le digo échele ganas por que quiero el cinturón, el mero bueno. –¿Cuál? Se le pregunta– “pues el del mundo”, contesta la mujer quien asume con firmeza, “yo le dirijo la porra”.

Y es que el barrio lo vio crecer y festeja con él sus triunfos, ahora el boxeador asegura que prefiere dejar de lado las riñas de calle para dedicarse a los golpes de paga. “Aquí hay mucho vándalo y de repente se quieren aprovechar de mí y eso fue lo que me motivó a entrar al box, pues uno siempre ha sido vago y la verdad siempre los golpes los daba en la calle pero bueno, los golpes de la calle la verdad ya no me interesan, ya ahora vamos por los golpes de paga”.