sábado, 26 de enero de 2013

Soñar en Francés

Voici mon secret. Il est très simple: on ne voit bien qu'avec le cœur. 
L'essentiel est invisible pour les yeux.
A. de Saint Exupéry


Desempolvar mi francés es hacer una visita al pasado.

Es volverme a topar con mi primer día de clases en el Franco a mis cinco años. 
Es saber recordar mi primer "est-ce que jeu peut aller au toilettes" y sentirme grande y capaz de todo.

Es revivir cada uno de los hallazgos que tuve dentro de una cultura ajena  y que a lo largo de mi vida me ha acompañado y formado para ser una persona crítica, responsable y terriblemente existencial.

Desempolvar el francés implica volver a pensar en los años difíciles de la primaria y secundaria. Es volver a las consignas de orden y éxito que cada año se repetían en el discurso de mis profesores.

Es volver a sentir temor al fracaso, al la burla de no aprobar un examen, de no ser capaz de vivir en un mundo exigente. Mi mundo entonces se reducía a una escuela fea, con un árbol inmenso, uniforme de poliéster y compañeritos de nombres curiosos.
 Un mundo extranjero sumergido en una ciudad tradicional. Con costumbres encontradas, vacaciones continuas, gustos refinados que nos hacían únicos y raros.

Repensar el francés es volver a sentir el peso de mis decisiones. Saber que el futuro no se limita a unas paredes azules retocadas con pinturas de aceite. Es también reconocer que pese a los años difíciles la identidad se fue formando. Y a mi identidad se unieron grandes seres que a hoy me acompañan.

Revivir el francés es recordar mi precoz capacidad de decisión. Es saber -con inmensa ingenuidad- de qué va el futuro y sentirme capaz de enfrentarlo a los 14 años.

Es volver a viajar a las calles frías y húmedas de Francia con la sensación de que algo bueno me puede ocurrir. Son los largos viajes en tren, con mochila al hombro. Es volver a sentir paz en el silencio. Curiosidad por la vida. Volver a tener la sensación de que estoy llamada a algo.

Retomar el francés es saber que también puedo olvidarlo, empolvarlo, guardarlo en el cajón para cuando la casualidad me vuelva a tocar la puerta. Para cuando una visita llegue; para poner orden a mis pensamientos.

¿Hasta dónde nos puede llevar el lenguaje? 

Pienso que a mí me lleva más allá de los recuerdos. Me aterriza ahí donde están los aprendizajes de un pasado siempre presente. En Frances aprendí que el "je t'aime" no es un cliché, que la vida cobra sentido frente a la muerte y que el destino no siempre está marcado en la frente de todas las personas.