Siempre me he
considerado mala para las matemáticas. De hecho siempre tuve malas calificaciones
en esa materia. El último año de prepa pase apenas con 6, luego de un par de
extraordinarios.
Mi poca eficiencia
en el tema me orilla de vez en cuando -sobre todo cuando estoy estresada- a
soñar toda la noche que hago exámenes de matemáticas y que de pronto Monsieur
Chauvet (el profe de dos metros y pelo blanco que tenía en secundaria) se
acerca a regañarme que por que no me sé "par ceur" las reglas de las
matemáticas . Horrible la escena -sobre todo porque la viví varías veces-.
Dicen que las
matemáticas están asociadas a la lógica, y esa premisa me pone de frente dos
cuestionamientos: ¿Soy mala por que no tengo lógica y no entiendo de lógica o
mi lógica no es la de las matemáticas?
Mi nulo
conocimiento de la materia no sólo me hace una torpe para sumar, restar y
multiplicar, lo peor es que creó un handicap aparentemente muy necesario para
la vida -decían los profesores-…Nada que una calculadora no pueda sanear,
refuto.
En mi trabajo, las
matemáticas son necesarias pero no únicas, basta saber aplicar la regla de
tres, analizar estadísticas y con eso generar argumentos en defensa o en contra
de un punto.
Sumar, sumar y
sumar transa sobre transa, factura sobre factura para entender que esto no era
tan complicado, simplemente es un negocio de nadie.
No entiendo por
qué no se me dijo eso en mis años escolares; las matemáticas se vuelven
practicas aliadas del periodista, siempre que este quiera invertirle dos dedos
de frente a su trabajo.
Lejos de mis
escenas de trauma de infancia y el handicap acumulado, yo sola he sabido
encontrarle su sabor a las matemáticas y por qué no, a la economía en general.
La experiencia de
vivir es ejemplo claro de lo que números -en un conjunto de posibilidades-
pueden hacer en una persona cosas positivas o negativas.
Sobre todo cuando se observa lo que pasa
cuando uno suma y resta ideas.
Las ecuaciones de
la vida
Hace unos meses
desarrollé mi teoría de la economía del miedo, algo así como la economía de las
emociones, muy inspirado en el "Egonómics" de Jon Elster.
Según mi
observación, el miedo es moneda de cambio para mucha cosas, para ceder ante
situaciones, para negarse a otras.
La gente lo sabe
(nos lo hicieron aprender desde muy pequeños) todo es dominación… siempre que
lo permitas.
El miedo como
valor de mercado se sumerge en un mundo capitalista en donde unos ganan y otros
pierden.
En los últimos
meses he pasado por una serie de situaciones que me hicieron analizar qué tanto
estaba dispuesta a vivir negociando el miedo.
Y es que insisto,
hacer cosas con miedo hace que innegablemente el otro gane o que los dos
pierdan y eso no me gusta.
Hacer las cosas a
cambio de miedo te hace también una persona jodida, tampoco me gusta.
¿Ven? Ésa es la
lógica de mercado -así lo entiendo yo pues-, y como tal, siempre habrá alguien
dispuesto a ofrecer más o a negarse a más por puro pinche miedo.
En esa lógica
existen salidas. Una de ellas me gusta: el boicot al miedo. Así ni yo pierdo ni
los demás ganan. ¡Vaya forma de neutralizar las cosas! Pues no es tarea
sencilla.
El miedo es un
valor clave en las relaciones de las personas, al menos las de mi generación,
que ha sido fuertemente marcada por la cultura del miedo, de la incertidumbre…a
veces traducida en violencia, más bien una generación que devalúa el respeto.
Pero más allá de
boicots, me gusta pensar que al miedo se le puede neutralizar con amor -suena
cursi ya sé, pero no está de más pensarlo- siempre que el amor no esté
condicionado al miedo, al apego, a la inercia (tampoco es sencillo, pero no
imposible).
Ayer me decidí a
tomar nuevas rutas frente al miedo y creo que ahora sí Mr. Chauvet estaría
orgullosa de mí, por que intento retomar la argumentación (lógica) que tanto
insistió que aprendiera.
Las ecuaciones
nunca fueron mi fuerte, pero creo que ésta que descubrí en medio de una
conversación me da mucho sentido.
¿Qué pasaría si yo
multiplico el tiempo con paciencia, le sumo todos los besos y abrazos
necesarios, elevo el resultado a la potencia de cero incertidumbre algo así
como confianza y resto todo rasgo del pasado?
El resultado: una
súper buena chaqueta mental sobre cómo reorientar mi vida personal, y quizá una
historia bonita llena de esperanza. Esto último es lo que más anhelo.
Por lo pronto toca
ponerla en práctica, sin caer en la tentación de la prueba y el error -pues
este juego se basa en el compromiso personal- tampoco se trata de justificar lo
inevitable, simplemente cuando no
es, no es y punto. Eso no quita que yo siga pensando en que no me voy a dejar
vencer por el miedo.
En lo que genero
evidencias de mi nueva tesis, seguiré explorando en mis conocimientos básicos
sobre matemáticas, tratando de hurgar en lo que sí conozco, en lo que sí me
gusta, aprender a vivir de una
manera más chida, con valores propios y lejos de las lógicas tradicionales
sobre qué sí y que no se debe sumar.