miércoles, 3 de noviembre de 2010

BICENTENARIO


El sacerdote jesuita reflexiona sobre la Independencia y actuar de las instituciones

BICENTENARIO 2010 Debemos tener la conciencia de que yo soy yo, pero también México: Manzano

Dice que es necesario que se constituya una nación que integre a todos y no los intereses personales

PALOMA ROBLES

Publicado en La Jornada Jalisco 17/09/2010

Para el sacerdote jesuita, Jorge Manzano, 200 años de la vida de un país no son pocos, mucho menos sencillos, pero para él, la conmemoración del Bicentenario es un llamado a las grandes instituciones, incluida la Iglesia, a cambiar, a crear una identidad nacional, a refrendar lo mexicano, a anteponer el yo al nosotros, a México. “Debemos tener la conciencia de que yo soy yo pero también México, es muy difícil, eso nos falta”, refiere el integrante de la Compañía de Jesús quien señala que es necesario romper las ataduras y los formalismos de la propia Iglesia y dejar de lado el moralismo primitivo.

Sus palabras están fundadas en la fe, en la razón y también en la percepción del ciudadano común, como quiso que se le considerara en la entrevista que concedió a La Jornada Jalisco, “de algunas cosas presumo mucho y de esa (la historia) ciertamente no puedo presumir. A lo mejor pueden salir puras banalidades, veme como un muchacho, un señor cualquiera de la calle”, aclara al inicio de la charla.

–¿Qué festejamos, podemos festejar?–, se le pregunta.

“En realidad antes de empezar con una respuesta yo comenzaría con una pregunta que divido en tres: ¿Estamos ahora en una mejor situación que en 1810? ¿Estamos ahora en una mejor situación que en 1821? ¿Estamos ahora en una mejor situación que en 1910? Hago la pregunta porque yo lo dudo”, refiere el jesuita, quien señala que nuestra situación actual quizá no es la mejor pero “de ninguna manera debíamos seguir bajo la corona española”.

En el mismo tenor se refiere al Centenario de la Revolución, “vuelvo a 1910, estamos mejor que entonces, no sé, pero creo que sin Porfirio Díaz estamos mejor”.

“¿Esto es la Independencia o la Revolución?, yo me quedo francamente helado”, cuestiona el sacerdote al tiempo que recuerda que la soberanía del Estado mexicano es un término endeble, siempre a expensas de las decisiones cupulares y que en diversos momentos de la historia nacional se comprueba que no existe.

“No soy experto en historia”, reitera, “pero creo que hemos sido el patio trasero de Estados Unidos. Antes dependíamos de España, hoy dependemos de Estados Unidos y yo me pregunto ¿cuál Independencia? Según he oído, pero nunca me he puesto a investigar, a principios del siglo XX, pasando la Revolución, México firmó los tratados de Bucarelli, por el cual México se comprometía con Estados Unidos a no tener industria pesada. Quiero pensar que los tratados de Bucarelli siguen vigentes. Creo que en aquel tiempo se firmó por 99 años y ya pasaron” señala el entrevistado.

Entre sus saltos mortales, como él llama a sus argumentos, menciona que la propia carrera armamentista que emprendió Estados Unidos con la entonces llamada URSS se ganó gracias a que México colaboró por la “libertad”.

“Hace años, se derrumbó la Unión Soviética, y cayó el Muro de Berlín por supuesto y como se acabó la pugna, todo mundo dijo ‘claro porque el comunismo era imposible’. Yo me río ante esto, yo me hago preguntas antes de formular respuestas. ¿Hubo realmente comunismo en la Unión Soviética? Yo creo que no. ¿Hubo socialismo al menos? Creo que tampoco; más bien hubo un capitalismo de estado. Ahora, por qué se doblegó el socialismo ante Estados Unidos, porque era inviable, capaz que sí, pero nunca se dio. Pero la URSS no cayó por eso, cayó porque Estado Unidos, en un momento dado, ganó la carrera armamentista. Si Estados Unidos logró imponerse, no fue por la debilidad del comunismo, sino por la riqueza de sus patios traseros, entre ellos el fiel vecino México”, dijo.

–¿En ese sentido si este país no puede celebrar una Independencia o una Revolución o un estado soberano, qué rol jugaría la Iglesia el día de hoy?

Pues hay mucho, yo creo que en ese sentido es importante constituir una nación, yo no me pongo como ejemplo de jesuita, pero ciertamente ha habido mucha identificación con la problemática de los indígenas. Buscar una nación que incluya todos los aspectos. Que yo tenga consciencia no sólo de ser yo, sino que soy México, eso muy difícil. Y hemos visto que grandes figuras políticas y eclesiásticas también ven sólo por sus intereses que por los del conjunto, eso es triste .

Agrega: “No le rehúyo al tema de la cerrazón de la Iglesia por imponer una sola moral y un estatus aunque nos saldríamos del tema, pero la unificación social y nuestra constitución como nación debe incluir eso”.

El lugar donde se realiza la entrevista es una sala soleada de su casa. Inmueble donde comparte sus días y tardes entre sus homólogos, todos jesuitas. Manzano recuerda, como hecho histórico, como la Compañía de Jesús, orden de los jesuitas, fue expulsada en 1767 de todas las colonias españolas por órdenes del rey Carlos III.

“Iban a pie a Veracruz, a pie, jóvenes novicios y viejitos, daba lo mismo. Muchos murieron en el camino. Ahorita si me expulsan y me mandan a Veracruz yo creo no llego ni a la glorieta Minerva, caigo antes (se ríe).

“Según Alfonso Alfaro, los jesuitas siempre se interesaron por la integración, por constituir lo que llamamos la nación. Por ejemplo: fueron conscientes, en su mayoría, aunque hubo excepciones, ellos decían que la colonia estaba constituida no sólo por españoles y criollos sino también por indígenas y formaron una elite muy buena de pensadores que tenían muchos contactos, por ejemplo con la internacionalidad, pero también había mucha relación con los indígenas”, repuso el sacerdote.

Detalla que cuando los expulsaron eran, en aquél tiempo, alrededor de 670 jesuitas, tenían 33 colegios, y ya había formación universitaria. “Se fueron los jesuitas, se acabaron los colegios. Ya en la Independencia no hay una elite internacional ni en el plano geopolítico. La nación no estaba constituida”.

Cita a dos ejemplos de sacerdotes jesuitas que sobrevivieron exitosamente a la orden de su exterminio como grupo, el primero: Rafael Landívar, quien escribió el Rusticatio Mexicana, un libro sobre flora y fauna de México que causó revuelo en el Viejo Continente.

El segundo en mención, Francisco Javier Clavijero, quien hizo grandes aportaciones al sentido de la pertenencia de lo mexicano, cuyas implicaciones, a decir de Jorge Manzano, abarcan la cultura indígena, la cultura española, cristiana entre otras.

Y al inquirirle sobre la situación que vive el México de hoy, consumido por intereses económicos y políticos, según explicó el padre Manzano, los señalamientos por presuntas responsabilidades sobre el país roto, van dirigidas a quien no ha entendido que México no es un abstracto sino que todos constituimos el país.

Trajo a la memoria un hecho de su infancia, “cuando yo era niñito recuerdo cómo festejaban ‘¡la luz es nuestra, el petróleo es nuestro!’, ¿qué está pasando con esos sectores?; o sea a última hora claudicamos por intereses particulares. Debemos tener la consciencia de que yo soy yo pero también México eso muy difícil; eso nos falta. Yo me cuido de las zancadillas, me defiendo; pero si roban a México y yo colaboro, pues me toca mi buena tajada”.

Y abundó: “yo no voy a murmurar de nadie pero por ejemplo para un gran narco, pesa más su dinero que México, para un gran obispo, pesa más la Iglesia, antes de que seamos todos uno; a lo mejor me excomulgan por esto que estoy diciendo pero yo lo veo así. Un gran político, lo mismo, le ofrecen una gran tajada y adiós México”.

A su parecer, “la Iglesia, no sólo en México, se ha caracterizado por su formalismo, autoritarismo, ritualismo –en el buen sentido de la palabra– y un moralismo de plano muy primitivo, la moral por la moral. Ese problema es general, yo creo que la juventud quiere, intenta o desearía una cercanía con Dios que puedan decir ‘me acerqué a la iglesia y en el sermón me dijeron cómo acercarme a Dios’, eso no sucede. Eso tendría que modificarse pero es muy difícil pues conlleva meterse en asuntos históricos; independientemente de eso, lo que sí convendría es liberarse de esas ataduras”.

El padre Manzano se prepara para terminar la entrevista, sus ojos se vuelven impacientes, cada vez más brillosos, quizá hubiera preferido hablar de filosofía, tener un discurso “lógicamente ordenado” como es su gusto, pero tras casi una hora de charla el tema de la esperanza se asoma en su plática, pero él busca no distraerse en el concepto como una simple idea, por ello expresa que la esperanza de un México mejor, “sólo puede estar fundada en nosotros, pero volvemos a lo mismo, hace falta que seamos tú y yo pero siempre México”.

Remata diciendo, “es muy bonita la idea, la de la esperanza, yo me atrevería a hablar de esperanza fuerte si yo lo valgo, pero se suele decir ‘ pues ya pasará, el tiempo lo dirá’, pero el tiempo no va a decir nada, o lo hacemos nosotros o no pasa nada”.

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