lunes, 1 de noviembre de 2010

Migración Indígena I

Invisibles, los migrantes indígenas de la ZMG optan por el comercio informal
Primera de III partes

Paloma Robles
Publicado en La Jornada Jalisco 26/05/2010

La migración indígena es imperceptible en una ciudad que se empeña en no mirar a sus adentros. Hasta hoy, son tres las generaciones de habitantes pluriéctnicos, venidos de todas partes de México, que ven rotas sus ilusiones al sentirse acosados por las exigencias propias de una urbe. Las batallas del hambre se libran día a día, mientras que la discriminación, la falta de oportunidades de trabajo y de vivienda continúan en la lista –eterna- de deuda social y gubernamental.

La colonia Las Pintitas, en el municipio de Tlaquepaque, alberga un centenar de otomíes que habitan desde hace algunas décadas la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG).

Hace 25 años se dio la última gran diáspora del campo a la ciudad de esa comunidad. Desde entonces, su fuente de trabajo ha estado siempre del lado del comercio informal, la venta de papas fritas los ha sostenido en el mercado y les ha permitido trascender en lo económico con respecto a otras etnias también asentadas aquí en Guadalajara.

A la una de la tarde, Casilda Morales, con una bolsa llena de papas fritas y un cajón de unicel reforzado con mecate, parte todos los días rumbo al Centro Histórico de Guadalajara con la esperanza de “mover” su producto. Toma dos camiones en su trayecto de ida, cuatro en total.

El comercio de las papas fritas le ha dado sustento a ella y a su familia durante 28 años que lleva en Guadalajara, años que no le han bastado para olvidar el sabor de su tierra en Querétaro, ni el olor de su pueblo, Santiago Mezquititlán, en el municipio de Amealco, al que añora regresar, posibilidad que ve francamente imposible. Tuvo que abandonar su pueblo porque así lo decidieron sus padres; extraña las tortillas naturales, los frijoles, los nopales recién cortados, “aquí no es lo mismo”, dice.

La Plaza Tapatía y el Mercado San Juan de Dios son su segundo hogar. Se relaciona poco con las demás mujeres indígenas con las que comparte piso, como las mixtecas de Oaxaca que tejen bolsas o las tzotziles de Chiapas que venden bordados, “cada quien hace su lucha” declara.

Ya perdió la cuenta de cuántas veces le han quitado su mercancía, “nos dicen los inspectores que no podemos vender ahí”, pero ella se pregunta: “¿dónde más?, si en el centro no se vende, menos en la orilla”.

Expresa la otomí que tan sólo en lo que va del año, los inspectores del Ayuntamiento le han quitado por lo menos 20 veces su producto. Calcula que pierde en cada retirada unos 400 pesos.

“Pero corro y busco otro cajón con papas”, dice: “ya dijimos que con nosotros no van a poder, imagínese, de eso nos mantenemos”.

La arpilla de papa, tipo fiana o atlante (especial para freír) que compra cada semana en el Mercado de Abastos, le cuesta de 800 a mil pesos dependiendo la temporada. Un kilo de papas fritas le da 200 pesos en ganancias y eso regularmente es lo que procura vender cada día para sostener a sus siete hijos.

Sin embrago, la temporada de calor no es su mejor época ya que sus ventas se caen por mitad.

“La gente prefiere aguas, raspados, frutas, cosas frescas porque la papa causa sed”, explica.

Ella afirma que no se anima a cambiar de giro porque es “una tradición familiar” además de que es fácil transportar su producto.

Según los cálculos de Casilda, alrededor del centro de la ciudad hay un aproximado de 400 vendedoras de papas. Niñas, jóvenes, incluso familias que al calor de la tarde esperan que algún transeúnte compre una bolsita por 15 pesos.

Migración, ¿dónde están?

Son invisibles en una ciudad que se rehúsa a autodenominarse pluriétnica y prefiere ocultar su realidad en términos de lo estrictamente “mestizo”, refiere el antropólogo Francisco Talavera, especialista en el tema de migración indígena, quien critica la poca visión de los gobiernos y de los ciudadanos para entender que el fenómeno de la migración no es cosa menor ni reciente.

El académico explicó que el tema, por el contrario, es antiguo. Desde los años 60 Guadalajara se ha convertido en destino para los indígenas, sin embargo, eso no ha tenido resonancia en las autoridades locales que tienen “olvidado” el asunto.

Los datos con respecto a cuántos y quiénes son los indígenas migrantes que habitan la ciudad son ambiguos. Las cifras que arroja el INEGI datan del año 2000 y la actualización en base al Conteo Nacional que hizo el Consejo Estatal de Población (Coepo) es de 2005.

En ambos documentos se estima que en eleEstado de Jalisco existe la presencia de 70 mil 304 indígenas, de los cuales 35 mil 264 son hombres y 35 mil 400 son mujeres y representan el 1 por ciento de la población total de la entidad. Según cifras mostradas, entre el año 2000 y 2005, 6 mil 215 hablantes de lengua indígena migraron a Jalisco procedentes en su mayoría de otro estado de la República.

Detalla el censo que la población indígena está dispersa en en toda la entidad y que 49 mil de ellos habitan en la ZMG, cifra que representa el 70 por ciento de la población total indígena en el estado; aproximadamente 35 mil son de otra entidad y representan a 43 etnias diferentes.

De acuerdo al último conteo de población, en Jalisco, 42 mil 372 personas hablan alguna lengua indígena, el 22.8 por ciento son niños que tienen entre 5 y 14 años; 37.6 por ciento son jóvenes entre 15 y 29 años; 22.4 por ciento tienen entre 30 y 44 años; 10.7 por ciento se ubican entre 45 y 59 años y 6.5 por ciento, tienen 60 años o más.

Fortino Domínguez, encargado de la División de Migración de la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas (UACI), refuta los números:

“El único elemento para que el Estado defina si eres indígena o no, es si hablas una lengua y de allí hay fenómenos interesantes”, expresa Domínguez, quien explica que la lengua “ha perdido centralidad para definir si eres migrante o no”.

Las cifras oficiales son engañosas a la hora de definir cuántos indígenas están asentados en el estado. “Me atrevo a pensar que fácilmente sólo representan un 60 por ciento de las cifras reales”.

Las lenguas más habladas en la ciudad son: purépecha, mixteca, zapoteca y otomí, en menor proporción están las lenguas Mazahua, huasteco, totonaca, tzetzal y maya.

Zapopan registra una presencia de 16 mil 600 habitantes indígenas, este municipio ocupa el primer lugar a nivel nacional en recepción de migrantes, en su mayoría Purépechas; seguido de Guadalajara con 9 mil 675; Tlaquepaque con 5 mil 864; Tonalá 2 mil 941 y Tlajomulco con mil 655 aunque a decir de Héctor García Navarro, coordinador de extensión territorial del municipio y de asuntos indígenas de Tlajomulco son 464.

Además de los asentamientos en los primeros cuadros de los municipios de la ZMG, según cifras oficiales, los indígenas tienen presencia en más de 50 colonias, -en su mayoría ubicadas en la periferia- tales como: Álvaro Obregón, La Ferrocarril, Patria Nueva, Francisco I. Madero, Blanco y Cuellar en Guadalajara; El Rosario, Miramar, Constancio Hernández en Tonalá; Balcones del Sol, La 12 de diciembre, San Isidro, Santa Margarita, el Colli, Paraísos del Colli, Arenales Tapatíos en Zapopan y el Cerro del 4, Las Juntas, Las Pintitas, Nueva Santa María y Lomas del Tapatío, en Tlaquepaque.

También se le ubica en Haciendas de Santa Fe y Chulavista, estas últimas en el municipio de Tlajomulco, famosas por su enorme densidad poblacional que ha llevado a cifras alarmantes en materia de delincuencia y marginación.

El primer documento, realizado recientemente, que habla de la situación actual de los migrantes de origen étnico, es el CENSO Indígena 2008 ¿Quiénes son y donde están? Los Indígenas de la Zona Metropolitana de Guadalajara, levantado en 35 colonias de la Zona Metropolitana y elaborado por el Fondo Regional de Indígenas Migrantes, que revela que las razones de la migración indígena del campo a la ciudad son muy variadas. Algunos expresan que vinieron porque sus padres así lo decidieron, otros optaron por reunirse con la familia; unos más porque se casaron. El dato coincidente en todos los casos es que no había trabajo en sus lugares de origen.

Los purépechas de Michoacán de la colonia La Noria, en Zapopan, explican que vinieron aquí a raíz de un incendio del cerro colindante a su pueblo. De esa comunidad indígena, algunos todavía se dedican a la carpintería aunque, por falta de trabajo en ese ramo la mayoría ha mutado su oficio a la albañilería.

En la ciudad hay registros de unos 19 campamentos muebleros, todos ellos son dirigidos por purépechas, informa Francisco Talavera.

Otra razón en la migración, es la tradición, como sucede en la comunidad Nahua del interior de la república, donde desde hace una treintena de años las mujeres migran con la esperanza de que algún familiar o conocido les consiga trabajo como empleadas de casa.

En años pasados trascendió en los medios de comunicación los señalamientos discriminatorios de los vecinos de la colonia Providencia al denunciar actos de “delincuencia” de ese grupo indígena que paradójicamente trabajan casi en su totalidad en las casas de esa zona.

También están los Mixtecos de la sierra de Oaxaca, que desde los años setenta están asentados en la colonia Ferrocarril. Catalogada por lo demás grupos étnicos, como la de “los grillos”, esta comunidad y en específico los pertenecientes a San Andrés, ha estado muy ligada al gobierno de Emilio González, quien al inicio de sus administraciones como presidente municipal de Guadalajara y gobernador del estado, hasta se quedó a dormir en casa de uno de ellos.

Las mujeres en esta comunidad se dedican a las artesanías y realizan bolsas de mano tejidas con rafia de plástico, otras más elaboran mole y lo venden en parroquias. Los hombres, por su parte, son jardineros y algunos de ellos músicos de banda.

El Censo Indígena indica que de los 518 entrevistados, el 43 por ciento están desempleados; un 20 por ciento se dedica sólo a hacer quehaceres del hogar.

Del 75 por ciento que dijo al menos estar ocupado en alguna actividad, 30 por ciento de ellos es estudiante, le siguen los vendedores ambulantes de artesanías, frituras y aguas frescas. De los empleados, 72 por ciento gana menos de mil pesos a la semana. Los sitios de trabajo van desde talleres, la calle, la casa y los mercados.

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